jueves, 11 de septiembre de 2014

A mis amores pasados


Te he recordado ya por varios meses, tal vez más de 24. Me he dedicado a pensarte, de pensar en tu pensamiento, de tus ideas locas sobre mí después de tanto tiempo. Me pierdo en el delirio de entrar a tu mente de manera imaginaria. Divago. Divago y tu nombre cambia de letras, tu olor y tu sabor son conocidos pero no eres tú. 
Hoy, por ejemplo, te pensé mientras me bañaba, asumí el recuerdo de tus manos en las mías, recorría mi cuerpo húmedo y jabonoso con la intensión de recordar tu figura cerca de mí. Te recordé, por supuesto, tu olor, tu risa, tus ojos negros y la altura de tu cuerpo, y cuando por fin recordé la forma de tu rostro, cambio… Eras otro, color más oscuro, tal vez menos grueso y más bajo y entonces mis manos se tornaron más largas, más anchas, menos tuyas. Te desdibuje…
Canté, a grito herido en la ducha, las canciones que amabas de mi voz. Recordé tus consejos de cantar en otros tonos y lo intenté, como las últimas veces, no sonaba nada bien, hasta que por fin salió tal cual te gustaba; de nuevo tu voz cambio y con ella también tus gustos. La voz entonces no salió como antes y se volvió triste, otra vez tu figura ya no era tuya, ni de aquel otro, mi memoria te dibujaba frente a mí de distinta manera. Fue la voz de este último quien me invitó a cantar, en los tonos del principio y combinando los que te gustaban. Mi voz salió distinta, menos mía pero más de él.
Al salir del baño, no era yo, era el recuerdo de amores pasados hecho mujer, reunido en metro 60 de estatura y tal vez 52 kilos de peso. Era la muestra fiel de huellas de alguien que había decidido por mí, algunas de ellas agradables, la mayoría no.
Entre en tu cuarto, si, tu cuarto, recorrí la misma distancia de tu baño a tu cuarto, como aquella vez que corrí por la sala con la toalla de mano sin una sola pieza de ropa – ese recuerdo me avergüenza y me hace sonreír- llegue al cuarto, era aún más cálido de lo que recuerdo y sobretodo ¡no era tuyo!, no eras tú, era otro.
Tomé ropa, para otro clima, vestí diferente al mirarme al espejo y te vi en botas de trabajo. Definitivamente no eras tú. Era el otro.
Te observe por largo tiempo sentada en mi cama, observe los cambios repentinos de apariencia, de color de piel, de ojos y de cabello, a veces con gafas, a veces sin ellas, a veces con sonrisas a veces con ojos tiernos, te dibujé, te cambié de ópticas, te desdibujé de nuevo y te reconstruí con recuerdos de otros; y entonces en medio de la mañana de hoy, sentada en mi cama –en la real- viviendo historias reales, noté que ya no estabas. Todo lo imagine. Mal imaginado.
Hoy te recordé por milésima vez en mis últimos dos años, pero te olvide con partes de otros en mi vida. Te recordé, sí, pero no fue a ti. Me recordé el tiempo en que me sentía amada por ti en la piel de otros. 

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